sábado, 7 de febrero de 2015

Cartago (parte II)

Qart Hadasht - CARTAGO (Túnez)

Muy pocos vestigios se pueden apreciar en la actualidad de lo que fuera el gran emporio de Cartago. Quizá, lo más interesante sean los restos de su antiguo puerto y atarazanas; una excelente obra de ingeniería que se puede apreciar en la maqueta de su reconstrucción que he fotografiado. Pero otro de los lugares púnicos que se encuentra prácticamente intacto es el TOFET, la necrópolis infantil de Cartago. Caminar por entre la multitud de cipos entremezclados con una vegetación enfermiza, y entrar en una de las criptas húmedas y mohosas en las que se hallan más y más enterramientos, es algo que de algún modo estremece por la ominosa atmósfera que envuelve aquellas tumbas. Y recordar su origen sacrificial es aún más triste: en momentos de peligro, los cartagineses inmolaban a los niños y se los ofrecían a Moloch o Molk, dios protector de Cartago, como ofrenda propiciatoria. El TOFET de Cartago es como un prolongado aullido silencioso y eterno.

Un paseo por Túnez buscando las huellas de Cartago (año 2012)

Cartago construyó uno de los puertos y atarazanas más importantes de la antigüedad. En la actualidad sólo queda la sombra de lo que fuera aquella compleja construcción. Estas fotografías son una parte de la embocadura del antiguo puerto púnico, a las que he añadido la reconstrucción del mismo que se encuentra en el museo de la ciudad.


Vista ideal de la entrada al puerto.

En primer plano, el edificio que albergaba las dársenas para la reparación y construcción de los barcos de la flota cartaginesa. 









 Las dársenas cartaginesas

A la izquierda, la maqueta con un barco en reparación.

A la derecha, en la actualidad, las ruinas de una de las dársenas.



 Parte central del islote, con los vestigios que aún se conservan de las atarazanas y su edificio central

 Hoy en día, esta parte de Túnez alberga un pequeño puerto de pescadores.

 






















En el TOFET de Cartago

"Los arqueólogos aplican el término TOFET a las tumbas de incineración con restos infantiles carbonizados, depositados en urnas, que se han hallado en abundancia en Cartago y otras ciudades del Mediterráneo occidental bajo su influencia cultural, tales como Motya (Sicilia), Tharros (Cerdeña), y Hadrumeto / Susa (Túnez).
TOFET se deriva posiblemente del hebreo tof = tambor, porque se utilizaba el ruido de tambores para ensordecer los llantos de los niños al ser sacrificados. El origen más probable de estos restos es el sacrificio ritual (molk), como ofrenda que los ciudadanos hacían a sus dioses, especialmente en las épocas de peligro extremo para la ciudad. Mencionaron esta práctica los historiadores Clitarco y Diodoro de Sicilia...” ( http://es.wikipedia.org/wiki/Tofet)




































EL DIOS MOLOCH Y EL TOFET


 “Moloch fue un importante dios fenicio y canaanita. Protector de Cartago, simbolizaba el fuego purificante, que por extensión significaba la purificación del alma. Se lo representaba como un hombre con cabeza de chivo, sentado sobre un trono. La leyenda contaba que como resultado de una catástrofe ocurrida en el despertar de los tiempos, el espíritu de Moloch se había transformado a sí mismo en oscuridad al convertirse en materia. De acuerdo con las creencias fenicias y una vertiente del gnosticismo, el hombre era la encarnación de esa misma tragedia, y para redimirse de ese pecado era necesario ofrecer sacrificios a Moloch. El ritual era conocido como "molk" y fue practicado en otras regiones de Oriente Medio, como Israel...un horrendo ritual en el que se sacrificaba a niños para redimirse los adultos ante el oscuro dios y a su vez alimentarlo. 

El sacrificio parece ser que se llevaba a cabo de la siguiente manera: en los templos en los que se rendía culto a Moloch se encontraba una enorme estatua de bronce del dios. Dicha estatua estaba hueca, y la figura de Moloch tenía la boca abierta y los brazos extendidos, con las manos juntas y las palmas hacia arriba, dispuesto a recibir el sacrificio. Dentro de la estatua se encendía un fuego que se alimentaba continuamente durante el holocausto. En ocasiones los brazos estaban articulados, de manera que los niños que servían de sacrificio se depositaban en las manos de la estatua, que por medio de unas cadenas se levantaban hasta la boca, introduciendo a la víctima dentro del vientre incandescente del dios. Antes de que la estatua fuese alimentada con los niños, se inundaba la zona con un fuerte ruido de flautas y tambores (TOFET), de modo que los gritos y lamentos no alcanzaban los oídos de la multitud.


Plutarco ("De Superstitiones”, 171)